He de reconocer que este post tendría que haberlo escrito ya hace días, pero lo cierto es que no se muy bien cómo enfocar este asunto. Las posiciones están tan enfrentadas y tan politizadas que es muy difícil obtener un análisis coherente de lo que hacen los distintos actores, porque incluso los medios de comunicación tienen claras directrices y posiciones editoriales al respecto. El resultado es el caos del choque dentro de la sociedad civil, empujada a una polarización forzosa por quienes en teoría deberían buscar una solución a los problemas comunes.
Empecemos por el principio. Sobre la historia de la independencia catalana ya escribí dos posts en 2014 y ya entonces se veía claramente el inevitable choque de trenes que se aproximaba. Y así ha sido. Desde hace tres años que escribí aquello, la situación se ha ido tensando cada vez más, sin que ninguno de los poderes que deberían mediar se esforzase lo más mínimo por entender a la otra posición y buscar un acuerdo que evitase la crisis. A los gritos de un lado de “¡independencia!” el otro bando respondió únicamente con “¡tribunales!”. Y así, obviamente, no hay forma de que se entiendan, porque uno no quiere dar un paso atrás y el otro no quiere debatir, solo forzar la mano de su rival con el peso de la ley.

Hacía un año que no colgaba una nueva colección de
Adolfo Suárez acaba de morir, y eso no es noticia para nadie tras el bombardeo de los medios de comunicación al respecto. Como tampoco lo es que ahora sale la derecha a ensalzarle como el gran faro, y la izquierda a criticarle por su vinculación con el
Tras trentaicinco años desde que se promulgó la actual Constitución, y aprovechando el final ahora del Puente de la Constitución, creo que es buen momento para hacer un balance de cómo ha sido el papel de la misma, sus luces y sus sombras. Y lo cierto es que un vistazo a nuestra historia reciente, y no tan reciente, a la forma en que se utiliza y maneja, rápidamente muestra una buena cantidad de ambas cosas.
La Constitución Española, en el artículo 28, defiende y define el derecho de los españoles a participar en la huelga. Es uno de los derechos sociales que más siglos de luchas y esfuerzos ha conseguido conquistar, mucha sangre, sudor y lágrimas se vertieron por él.
La respuesta a esto, en teoría es sencilla. Según la Constitución, si, España es un Estado aconfesional, y punto. Pero, y siempre hay un pero, la misma Constitución reconoce que en el país el Catolicismo juega un papel muy importante en la cultura y demás, y por eso merece un lugar destacado. Esto no es aconfesionalidad, desde luego, más allá de las apariencias.