En teoría, se supone que vivimos en un Estado del Bienestar, lo cual garantizaría que el sistema social como conjunto se esfuerza por redistribuir la riqueza. Sin embargo, aunque la lucha contra la pobreza es un objetivo social desde hace mucho, lo cierto es que tras la crisis lo que hemos visto es lo contrario, cómo las cases más desfavorecidas empeoraban en su situación económica.
Cojamos una escena habitual y veremos que además, no solo se ha reducido la lucha contra la pobreza sino que además se ha cambiado de hombros. Así, no es poco frecuente montar en el metro y encontrar a alguien pidiendo ayuda. Dado que muchos lo hacen todos los días en ciertas rutas, es de entender que al menos van sacando lo suficiente de la gente que les acompaña en los vagones. Sin embargo, en metro no monta Amancio Ortega o cualquier otro miembro de la clase alta; al contrario, en metro quienes viajan son las clases bajas y medias.


Fruto de un muy interesante debate en Facebook así como de numerosos debates en El Señor de los Dadillos, creo que va tocando meterle mano a este programa y mostrar algunas de las cosas que pasan entre bamblinas al respecto. Y es que, ¿cómo se puede decir que un programa que busca ayudar a la gente, es dañino para la sociedad e, incluso, para esa gente? A priori, todos estamos encantados de que las personas se ayuden unas a otras, ¿qué puede haber de malo en ello?