Europa acaba de responder a la jugada de Tsipras de convocar un referendum con su propio órdago: fuera. Y, con ello, si no corrige su posición en los próximos días, habrá confirmado que el sueño de una Europa unida ha engendrado un monstruo, que una comunidad de ciudadanos unidos como era la CEE se ha convertido en una Unión de acreedores. Que, en el fondo, Merkel ve Europa como un banco y ha decidido deshauciar.
Llevo unos días escribiendo sobre el cambio social y el momento histórico en el que vivimos, y pronto retomaré la serie con el resto de posts, pero ahora toca girar la cámara: si estamos viviendo un momento histórico (y lo estamos haciendo), es posible que Europa esté a punto de suspender abismalmente uno de sus exámenes más importantes. Que, dentro de cincuenta años, las generaciones venideras nos miren a todos y digan, ¿pero en qué estaban pensando? Y, desgraciadamente, no habrá una respuesta positiva.

En principio, esto puede parecer una falacia lógica, y hasta cierto punto lo es. Al fin y al cabo, cuando cualquiera de los elementos que forman un grupo se vuelve más fuerte, el poder del conjunto crece como tal. Lo hemos visto al ver cómo la mejora económica alemana ha abierto la posibilidad de que ellos importen productos del resto de la Unión, o que su dinero pueda cubrir deudas y problemas por todo el continente… y, sin embargo, esto último es buen ejemplo de cómo tampoco es tanta falacia como parece.
A menudo, es habitual escuchar a alguien llamar a otro fascista cuando el otro le impone su decisión, o usos similares del término porque la sociedad normalmente considera uno sinónimo del otro. Sin embargo, desde la perspectiva sociológica y politológica, y teniendo en cuenta que es un debate abierto de momento, ambos términos son distintos y describen distintos modelos políticos. Autoritarismos ha habido mucho, desde el régimen de Franco al actual de Corea del Norte; en cambio, fascismos sólo ha habido uno en la historia, la Alemania de Hitler. Así que vayamos viendo cómo se construyen ambos sistemas en sus diferencias, para ilustrar cómo uno y otro parecen muy similares, pero al final resultan no serlo.