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Sociología

Intersubjetividad y Cultura: Construyendo la Realidad Entre Todos

La intersubjetividad se basa en la continua comunicación que tenemos unos con otros sobre la Realidad que nos rodea y cómo debe ser interpretada.

Para llegar a la intersubjetividad, vamos a tener que dar un pequeño rodeo primero. Empecemos con la Realidad, así con mayúsculas. Dejemos de lado las complicaciones filosóficas que plantea la física cuántica en cuanto a la existencia de una Realidad y partamos del consenso de que existe. Aunque no haya nadie en las cercanías, nuestra cocina sigue estando ahí con sus muebles, herramientas y demás. La Realidad es objetiva, existe por si misma y siempre de la misma manera.

Pero los seres humanos no operamos en base a la realidad, sino a nuestra percepción de esa realidad. Dos personas ante un mismo cuadro, por ejemplo, tendrán experiencias distintas en base a si les gusta o no esa pintura: aunque la realidad es la misma (el cuadro) la percepción de la gente en torno a esa realidad no lo es. Cuestiones como los gustos estéticos modifican la percepción que cada persona tiene de la realidad, creando un espacio subjetivo.

La subjetividad de cada una de las personas está basada en el constructo psicológico más importante que creamos a lo largo de nuestras vidas: nuestra identidad. Nuestra identidad es la respuesta que cada uno nos damos a la pregunta “¿Quien soy?” y es producto de numerosas ideas que circulan en nuestro interior: gustos estéticos, ideologías políticas, aficiones, religiones, preocupaciones, experiencias que hemos vivido, autoestima, lazos con otras personas… Todas estas cosas y muchas más conforman como nos vemos a nosotros mismos, nuestro lugar en el mundo y cómo se supone que es el mundo ante nosotros.

Por eso, la subjetividad siempre digo que son como gafas que todos llevamos puestas, pero con cristales de colores distintos. Si imaginamos que el rojo fuese el color de alguien que tuviera una ideología política de izquierdas, una persona con esa subjetividad vería la Realidad a su alrededor teñida de un tono rojizo por el cristal de las gafas, mientras que otra persona con ideología de derechas vería la misma Realidad azulada porque sus gafas tienen otros colores. La subjetividad deforma la realidad y hace que encaje con como nosotros creemos que es.

Imaginemos que soy una persona racista. Vuelvo a casa tarde por la noche y me cruzo con una persona negra en la calle. Como soy racista, inmediatamente se que esa persona me va a robar, porque es negro, así que cruzo de acera al otro lado. Da igual que la Realidad sea que esa persona era una persona que simplemente volvía a casa de su trabajo, cansada y con ganas de ver la tele un rato. Yo lo vi como una amenaza porque mi identidad dice que la gente de color es una amenaza. Y como cambié de acera entonces no me atracó, no porque no lo fuera a hacer de todas formas, sino porque yo tomé precauciones.

Así tenemos una profecía autocumplida, porque yo creo que algo va a pasar actúo en consecuencia, y al hacerlo justifico que no haya ocurrido precisamente por mi acción, aunque haya sido irrelevante ya que desde el principio el hecho no iba a ocurrir. La identidad se construye de ese modo, condicionando el color con el que vemos las cosas y ayudando con ello a que hagamos ciertas acciones y tengamos ciertos comportamientos en cada una de las situaciones. Si lo apropiado en un funeral es estar triste, Goffman dirá que entonces interpretaremos ese papel de persona doliente, porque nuestra identidad y la situación nos dice que es el rol apropiado en ese momento y lugar.

Pero si todo el mundo fuese por ahí con su propia subjetividad, formada por sus experiencias vitales, ideas, ideologías, etc. y ya está, la sociedad sería un caos.

Diagrama de Venn.
Un Diagrama de Venn es una buena forma de visualizar los espacios intersubjetivos. Los espacios con más de una letra son espacios compartidos por más de una persona.

Y con esto completamos el rodeo y llegamos a la intersubjetividad. Imaginemos que pudiéramos trazar un círculo que representase la identidad de cada persona: todas sus ideas, sensaciones, gustos, experiencias… Y ahora repetimos eso para un grupo de personas, encontraríamos que hay cosas que forman parte de la identidad de más de una de esas personas y otras que no. Por ejemplo, si estamos haciendo esto con gente a la que le gusta el fútbol tendríamos gente que compartiría el gusto por un equipo concreto, como el Celta de Vigo, mientras que otros no lo comparten y preferirían otros equipos, como el Athletic de Bilbao.

Bien, pues esos espacios compartidos son los espacios intersubjetivos de esos grupos: los lugares donde las subjetividades de esas personas ven la Realidad de la misma manera. Donde existe un acuerdo en torno a la Realidad. Y donde no coinciden hay subjetividades divergentes, que no están de acuerdo sobre la Realidad. Un terraplanista diverge en su subjetividad de una persona que cree que la Tierra es aproximadamente esférica. No ven la Realidad del mismo modo, e interpretan y actúan de modo diferente cuando eso se convierte en un hecho relevante. Si en un partido el Celta le mete un gol al Athletic, los que comparten su gusto y pasión por el Celta se pondrán de pie y aplaudirán mientras los del Athletic abuchearán y protestarán porque era fuera de juego.

Pero si las subjetividades son individuales y coinciden o no con los demás por grupos, ¿cómo es que existe una sociedad? ¿Cómo existe una posibilidad de convivencia? Aquí llegamos a la construcción social de la realidad, como lo denominan Berger y Luckman. La respuesta, básicamente, es que la sociedad alcanza acuerdos en torno a multitud de cosas distintas, y una vez creado ese acuerdo todo el mundo lo ve de esa manera. Cojamos por ejemplo la belleza: aunque cada persona puede sentirse atraída por distintos rasgos o elementos, como conjunto cada sociedad tiene una idea de su canon de belleza ideal. Por eso los ideales de belleza cambian de una sociedad a otra, o han ido cambiando en la misma sociedad a lo largo del tiempo, porque esos acuerdos pueden modificarse.

Todos estos acuerdos se consolidan en lo que podríamos denominar la cultura de un grupo concreto. Una cultura no es más que la suma de todas las respuestas a todas las preguntas que esa sociedad se hace sobre la Realidad: desde el idioma, a los cánones de belleza, los valores que importan, la forma en que debemos comportarnos unos con otros, los sistemas de gobierno, los gustos fílmicos… La cultura es a una sociedad lo mismo que la identidad es a un individuo: define quién es.

Pero la cultura no solo es un producto de las identidades individuales acordando entre todas cuales son los espacios intersubjetivos. La cultura, una vez consolidada, se convierte en un potente dispositivo de estabilidad social: si todos aceptamos esta cultura, y no cambia con el tiempo, la sociedad se mantiene estable y continua en el tiempo. Las sociedades quieren esta estabilidad (especialmente porque los poderosos quieren seguir siéndolo) así que se construyen un montón de dispositivos encargados de encarnar (en términos foucaultianos) esa cultura en las personas, haciendo que esa cultura se vuelva una parte intrínseca de la subjetividad de la gente y una parte viva de la sociedad.

El centro del proceso de transmisión cultural es el proceso educativo en todas sus formas. Desde nuestros padres enseñándonos a hablar, a comportarnos en la mesa, cómo debemos tratar a los demás niños… a la escuela con sus temarios sobre lo que es la literatura, cual es nuestra historia, cuales son nuestros deberes cívicos. Pero también todos los modos informales en que se produce esto, como todas las películas que transmiten valores (¡todas!), el modo en que se cuentan las noticias en la televisión, las conversaciones con nuestros amigos sobre si tal novela es mejor o peor que otra, etc. La cultura se vive y respira continuamente, reforzándose en el ideario y en el imaginario cultural de la sociedad y perpetuándose así en el tiempo. Con ello, el espacio intersubjetivo se mantiene estable y todos nos entendemos y podemos convivir en sociedad.

Obviamente, el sistema no es perfecto. Aquí y allá los espacios no compartidos existen con gente que tiene ideas alternativas sobre la Realidad y la sociedad, los valores o la estética. Así surgió el rock por ejemplo, construyendo sobre músicas nuevas pero diferenciándose de los acuerdos de lo que era música anteriormente. Igual que cambian los valores: el ecologismo era algo marginal en los años 80, pero es un valor muy importante en el presente por ejemplo. Con ello, el cambio social se va produciendo, al ir cambiando la cultura, y al cambiar esta, cambian las identidades de las personas que están siendo continuamente educadas en la misma, haciendo que cambie el espacio intersubjetivo.

Lo que es bello, lo que es arte, las tradiciones culturales… todo eso y mucho más es construido socialmente, acordado entre todos en sus importancias y significados.

Lo cual deja a mucha gente inconforme o molesta. Aquellos que compartían los valores e identidades anteriormente dominantes pero que ya no lo son sienten que sus vidas están amenazadas. “Antes las cosas no eran así…”, “en los buenos viejos tiempos…”, “es que hay que respetar las tradiciones…”, etc. Son todos ejemplos del modo en que aquellos que se van quedando obsoletos se sienten cada vez más fuera de una sociedad que ya no está de acuerdo en las mismas cosas que estaba antes. Y dado que la sociedad moderna cambia más rápido de lo que lo ha hecho nunca en la historia, el resultado es que cada vez más gente se siente fuera de los nuevos valores culturales que se imponen y reaccionan con cada vez mayor virulencia para defender los valores tradicionales. De ahí el auge de movimientos de derecha o extrema derecha, afincados en el mundo del pasado y la reacción ante la nuevo.

Porque ese poder del espacio intersubjetivo es central en el mundo social en el que vivimos. Por eso todas las instituciones sociales están continuamente tratando de educarnos en cómo debemos entender el mundo: desde la escuela a la Iglesia, de la familia a los medios de comunicación, de nuestros amigos a la empresa donde trabajamos… Todas ellas y muchas más continuamente están diciéndonos cómo debemos comportarnos, cómo debemos sentir, cómo debemos pensar… como debemos ser. Ese es el biopoder del que habla Foucault, el poder de controlar la vida de la gente por sus deseos y sueños, por sus identidades. Es el mayor poder del mundo, porque cuando cambia el modo en que la gente se entiende a si misma, el modo en que ve el mundo, cambian los acuerdos intersubjetivos de lo que el mundo es y, con ello, la Realidad entera cambia.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de los espacios intersubjetivos y la construcción de la realidad en base a la cultura?

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