
Probablemente, estas elecciones que se acaban de celebrar hayan sido en mucho sentidos las primeras de la democracia española. Es la primera vez, o como mucho la segunda, que la estructura del bipartito PP-PSOE estaba amenazada desde la desaparición de la UCD. Es la primera vez donde la posibilidad real del ascenso de la extrema derecha estaba sobre la mesa. Y esto se traduce en uno de los datos más importantes, la participación: el 75,75 % de los españoles acudieron a votar.
Y esto, es un dato muy relevante, como veremos un poco más adelante. Pero además del impacto electoral que tiene, es relevante porque nos da una dimensión muy clara de la percepción de los españoles de estas elecciones: no eran unas elecciones cualquiera, cada uno por sus motivos pero eran unas elecciones en las que había que acudir a votar, era importante. Así lo entendieron 3 de cada 4, en uno de los datos más altos de la historia de la democracia española.


A menudo, es habitual escuchar a alguien llamar a otro fascista cuando el otro le impone su decisión, o usos similares del término porque la sociedad normalmente considera uno sinónimo del otro. Sin embargo, desde la perspectiva sociológica y politológica, y teniendo en cuenta que es un debate abierto de momento, ambos términos son distintos y describen distintos modelos políticos. Autoritarismos ha habido mucho, desde el régimen de Franco al actual de Corea del Norte; en cambio, fascismos sólo ha habido uno en la historia, la Alemania de Hitler. Así que vayamos viendo cómo se construyen ambos sistemas en sus diferencias, para ilustrar cómo uno y otro parecen muy similares, pero al final resultan no serlo.
El post de hoy es en respuesta a la
Aron Sorkin, creador de