He de reconocer que este post tendría que haberlo escrito ya hace días, pero lo cierto es que no se muy bien cómo enfocar este asunto. Las posiciones están tan enfrentadas y tan politizadas que es muy difícil obtener un análisis coherente de lo que hacen los distintos actores, porque incluso los medios de comunicación tienen claras directrices y posiciones editoriales al respecto. El resultado es el caos del choque dentro de la sociedad civil, empujada a una polarización forzosa por quienes en teoría deberían buscar una solución a los problemas comunes.
Empecemos por el principio. Sobre la historia de la independencia catalana ya escribí dos posts en 2014 y ya entonces se veía claramente el inevitable choque de trenes que se aproximaba. Y así ha sido. Desde hace tres años que escribí aquello, la situación se ha ido tensando cada vez más, sin que ninguno de los poderes que deberían mediar se esforzase lo más mínimo por entender a la otra posición y buscar un acuerdo que evitase la crisis. A los gritos de un lado de “¡independencia!” el otro bando respondió únicamente con “¡tribunales!”. Y así, obviamente, no hay forma de que se entiendan, porque uno no quiere dar un paso atrás y el otro no quiere debatir, solo forzar la mano de su rival con el peso de la ley.




No es la primera vez que hablo aquí de la situación en Cataluña, no en vano ya expuse mi opinión hace unos meses sobre el
Hace unos días, todos los periódicos del país recogían el encuentro entre Rajoy y Mas y lo discutido allí. Que si bien, que si insuficiente, que si demasiado, que si se sigue trabajando, que si hay ruptura… análisis de lo ocurrido hay muchos, pero lo innegable es que, hoy por hoy, la situación sigue estancada. La razón de esto es más profunda que el resultado de un encuentro y es una historia en la que ya llevamos inmersos mucho tiempo, desde que se anunció por primera vez que se iba a producir el referendum y la explosión de la Diada.