Detroit: Become Human es un gran juego de toma de decisiones, una experiencia cinematográfica donde el jugador tiene que escoger y decidir en cuestiones muy interesantes sobre las que vale la pena reflexionar. Elementos como la filosofía, la identidad, la confianza, el amor, los sentimientos, el miedo… en resumen, como dice el propio subtítulo del juego, lo que nos hace ser humanos. Y nos lo hace vivir desde el otro lado del telón, desde el colectivo que, en el universo del juego, teóricamente no tiene nada de todo eso: los androides.
Pero, más allá de su buen guión, de los momentos dramáticos y de tensión, de la buenísima banda sonora o el excelente trabajo de los actores, Detroit: Become Human plantea algunas cuestiones sociológicas y sociales muy interesantes, sobre las que vamos a hablar aquí. Y sobre las que vale la pena jugarlo para enfrentarse “dentro de la piel de los personajes” a esos puntos y conflictos.




En principio, es probable que la respuesta a esta pregunta parezca obvia: un ser humano es una persona, nacida de otra persona, con 46 cromosomas en su ADN, etc. Ciertamente, esto es verdad, pero si echamos un vistazo a la historia y al futuro, veremos que esta definición no siempre estuvo tan clara, ni volverá a estarlo. Así, hace siglos, no se consideraba humanos/personas a la gente de color, que se creía que eran poco más que animales sin alma. Hoy, por fortuna, esa visión la consideramos errónea y limitada y la hemos modificado, porque deja fuera a una gran parte de la especie humana pero, ¿acaso las definiciones actuales cubren todo lo que corresponde?