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Auge y caída de los sistemas políticos: el caso de la Guerra de las Galaxias

La Guerra de las Galaxias tiene un interesante análisis del auge y caída de los sistemas políticos, tanto democráticos como autoritarios.

Lo cierto es que nunca he sido demasiado fan de la Guerra de las Galaxias, pero como es la segunda propiedad intelectual más valiosa del mundo de la industria cultural (detrás de Marvel) recientemente he estado prestándole cada vez más atención a su mensaje. Y resulta que, debajo de los héroes y las batallas a sables de luz y de naves espaciales, hay una historia que tiene mucha enjundia a nivel sociológico, sobre los procesos de auge y caída primero de la República y después del Imperio. George Lucas ya dijo hace mucho que la Guerra de las Galaxias era política (de hecho, especialmente el Episodio VI, explícitamente era en su mente una comparación con la situación de Vietnam) y los paralelismos entre la caída de este sistema y la caída de la República Romana y su transformación en el Imperio, el auge de los gobiernos autoritarios y dictatoriales a manos de populistas como Mussolini o incluso los totalitarios como el ascenso de Hitler dentro de su propia democracia son demasiado claros como para que sean casualidad.

Estos procesos normalmente son difíciles de ilustrar porque requieren a grandes masas de personas y dinámicas durante años pero, al tener lugar en pantalla, resulta fácil de seguir al quedar personificado en los protagonistas y los años condensados en unas cuantas escenas. Así que agarrad vuestra espada láser, ajustaros los cascos de piloto y preparad todo lo necesario para viajar a una galaxia muy muy lejana.

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Judicialización de la política

La Justicia movida por los hilos de un titiritero.
La judicialización de la política y la politización de la justicia son dos oscuras realidades.

En el mundo actual, desde una punta al otro, cada vez es más fácil ver el modo en que la justicia (entendida como institución judicial, no como valor social en este caso) y la política van de la mano. Aunque usaré en este post los ejemplos de Trump en Estados Unidos y de la judicialización de la política en España, lo cierto es que es un fenómeno que va mucho más lejos.

El punto de partida de esta historia se encuentra en la manera en que se entiende en el presente la separación de poderes o, mejor dicho, la falta de la misma. En el siglo XVII y XVIII, cuando comenzaban las teorías que llevarían a las democracias modernas, una de las preocupaciones centrales de los filósofos de la época era el que el poder no se aglutinase en unas pocas manos, en un nuevo “rey”. La idea del mandato imperativo fue un paso importante aunque luego se deshiciese y pasase a constituirse el mandato representativo; y el otro de los principios centrales era la idea de la separación de poderes, que separaba en personas diferentes el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. La realidad que encontramos, sin embargo, es que la partitocracia es el sistema real que tenemos en el mundo actual, de modo que desde uno de los poderes se controlan todos los demás. En el caso español, los miembros del Tribunal Constitucional y el Supremo son nombrados, directa o indirectamente (a través del Consejo General del Poder Judicial) por el Congreso, que a su vez elige al Presidente del Gobierno, de modo que desde el Legislativo se controlan tanto el Ejecutivo como el Judicial. E incluso el cuarto poder, la prensa, se encuentra hoy en día alineada en sus líneas editoriales con ciertos partidos, como se ve claramente en la línea de Fox News en Estados Unidos. Así, el poder no está realmente en manos de la ciudadanía (la base de la democracia) sino en la de los partidos políticos que controlan las instituciones (de ahí que sea una partitocracia).

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Rajoy y la separación de poderes

Rajoy y la separacion de poderesEscuchar a Rajoy hablar de la separación de poderes en España he de reconocer que me produce urticaria. Primero porque, por un lado, es una falacia como una casa que eso exista, pero sobretodo porque lo usa no como un objetivo a alcanzar sino como una realidad que le protege y respalda para hacer lo que quiere en el Gobierno, que básicamente es lo contrario a lo que significa una verdadera separación de poderes.

Pero empecemos por el principio, ¿por qué no existe la separación de poderes? Básicamente, la respuesta pasa porque vivimos en una partitocracia. Así que voy a seguir rápidamente el proceso de flujo de poder en nuestra “democracia” para irlo ilustrando.

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Rendimiento de Cuentas, Corrupción y Democracia

El Gobierno mueve sobres llenos de dinero sin que nadie pueda hacer nada. La Iglesia tiene Cardenales que se envenenan unos a otros y desfalcan dinero del Banco Vaticano. Las empresas se mueven a paraísos fiscales. Y esto todo y más, ¿cómo se detiene? La clave para ello es lo que en inglés se llama accountability, que podría traducirse como “rendir cuentas” y que significa, a grandes rasgos, que haya alguien ante quien todo el mundo tenga que responder.

El rendimiento de cuentas no es nada nuevo, ya lo encontramos por ejemplo en la famosa historia del Gran Capitán y sus cuentas ante Fernando el Católico. Y, en el fondo, el principio existe prácticamente desde siempre, de una forma u otra, excepto para aquellos en el poder máximo que no solían rendir cuentas ante nadie. Con el ascenso de la democracia, eso ha ido cambiando, aunque desgraciadamente más de nombre que de verdad. Pero, veamos qué mecanismos existen hoy en día de rendimiento de cuentas.

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La Historia del Poder Político

Que en cualquier sociedad existen débiles y poderosos es algo que todos sabemos. Lo hemos visto en las películas, en los libros de historia, en las novelas… Sin embargo, ese poder no siempre se ha repartido de la misma forma. Si tomamos la visión foucaultiana del poder, este se encontraría repartido en distintas cantidades en todos los miembros de la sociedad, de modo que es de sus continuas interacciones y cesiones de poder de donde surgen las estructuras sociales que reconocemos como poderosas. Por su parte, Bourdieu diría que el se encuentra en cada campo social, donde los distintos actores presentes tienen distintas cantidades de capital y, con ello, una posición más central o menos en la estructura del campo. Pero dejemos de lado, de momento, esas visiones más estructurales y difusas del poder, y centrémonos en la historia del poder político.

Originalmente, el poder político era unipersonal: un rey, un sacerdote, un emperador. Todos ellos poseían el poder absoluto sobre su pueblo, administraban justicia, gobernaban según su voluntad. Si el rey, por ejemplo durante la Edad Media, no era señor de un territorio, entonces era el noble local o el abad el que poseía ese poder, pero seguía siendo unipersonal. La expresión máxima de esto fueron las monarquías absolutas del siglo XVII.

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Partitocracia: el Cáncer de la Política Española

Cuando se inventó la separación de poderes en la Ilustración, base de la forma actual de la democracia, y se implantaron los primeros Parlamentos (el inglés es anterior, pero obedece a una lógica un tanto diferente) no existían los partidos políticos. Por el contrario, cada uno de los miembros del Parlamento defendía su propia postura y la de aquellos que le habían votado. Sin embargo, había afinidades entre algunos de ellos y, así, surgió primero la división entre izquierda y derecha (que eran los que se sentaban a un lado o al otro del hemiciclo), y de ahí lentamente surgieron los partidos políticos.