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Reflexiones personales

La rentabilidad de las empresas públicas

Imagen alegórica de la rentabilidad de las empresas.
La rentabilidad de las empresas públicas se encuentra siempre en entredicho por cuestión de valores, no de hechos.

Hablar de la rentabilidad de las empresas públicas requiere, antes que nada, hacer una primera aclaración sobre la historia del concepto. En este caso, lo que importa es tener en cuenta que, como Mariana Mazzucatto explica perfectamente, todas estas cuestiones son, ante todo, una cuestión de ideología. La economía no tiene una respuesta “científica y objetiva” sobre multitud de elementos de la misma, sino que sus diversas teorías enfrentadas (desde el keynesianismo al neoliberalismo y, por supuesto, también las más antiguas) se sostienen sobre una percepción ideológica de la realidad, que se usa como punto de partida a la hora de estudiar la economía y asesorar en una dirección u otra.

¿Por qué he dicho esto? Porque lo primero que debemos tener en cuenta es que rentabilidad es un término económico y, por tanto, cargado de ideología. Rentabilidad tiene diversas definiciones, pero en última instancia, es una relación entre lo que algo cuesta y los ingresos que genera. Una empresa económicamente rentable es aquella que tiene más ingresos que costes, con lo que genera beneficios; una inversión rentable es la que se revaloriza, de modo que pasa a valer más de lo que costó y genera con ello beneficios para su propietario. Y así con todo.

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Sociología

El mercado financiero es el cáncer del capitalismo

El mercado financiero y las curvas de oferta y demandaEmpecemos por el principio: el capitalismo, como todos los sistemas económicos que han existido, es un mecanismo para gestionar la distribución desigual de unos recursos finitos. La concreción más clara de esto son las dos curvas de oferta y demanda, que estipulan dos cosas: cuantas más copias de la cosa a la venta haya, menos valor tiene; y cuanta más gente quiere comprar esas cosas, más valen. De este modo, el punto donde ambas curvas se cruzan se calcula que es el precio apropiado para ese bien, porque como el dinero que tiene cada persona para comprar cosas es limitado, a mayor sea su coste menor cantidad de gente puede conseguirlo, de modo que a medida que sube el precio baja la cantidad de gente que lo quiere comprar y, al contrario, aumenta la cantidad de gente que lo quiere vender.

Y como sistema de gestión de recursos finitos funciona, más o menos, contando con todas las injusticias que genera un sistema así, que se concretan en las desigualdades de riqueza. Sobre estas curvas se crea el sistema capitalista, donde las fábricas generan trabajo remunerado para sus empleados, pero los bienes que generan valen más que lo que cuesta generarlos, de modo que el dueño de la fábrica se queda con ese exceso como su propio beneficio, la llamada plusvalía.

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Ocio

Crítica de Serie: Incorporated

Incorporated posterHe de reconocer que a menudo las producciones de SyFy me las tomo con un grano de sal, porque suelen tener buenas ideas pero malas ejecuciones. Sin embargo, Incorporated es una serie muy entretenida, con un buen entramado de ciencia-ficción más o menos cyberpunk aunque centrada en el lado de las megacorporaciones. Aunque las interpretaciones de los actores no son las mejores vistas, el guión está muy bien llevado, atrapando en una maraña de intrigas y conspiraciones de las cuales el protagonista es el centro. Buenos efectos especiales y un buen ritmo terminan un conjunto que, como serie, funciona muy bien.

Además, desde la perspectiva sociológica también tiene numerosos elementos de interés. A menudo he hablado sobre cómo el cyberpunk es clave para entender el posible futuro que nos espera, desde casos clásicos como Neuromante a otras opciones como Akira o incluso Matrix, el cyberpunk sirve para mostrar hacia donde evoluciona el mundo en caso de dejarnos llevar por el neoliberalismo salvaje. Y esto Incorporated lo relata muy bien, primero por los resultados que tiene la desaparición de cualquier tipo de gobierno y lo que ello implica para la población general en términos de servicios, seguridades y demás. Dejadas a su libertad total, las corporaciones solo se preocupan de sus líneas de beneficios, de modo que esos elementos no son importantes si no afectan a sus líneas de producción o a la opinión de la junta de accionistas.

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Sociología

¿Cuánto Vale una Empresa?

Tradicionalmente, el valor de una empresa era una suma relativamente clara de sus activos, el dinero que ganaba, la cantidad de inversión que tenía, los productos que sacaba a la venta al año, etc. Se podría decir que, en gran medida, era un valor relativamente objetivo que decía cuánto valía realmente esa empresa. Sin embargo, eso cambió completamente cuando, en 1988, Philip Morris compró la empresa Kraft por seis veces más de lo que valía. ¿Qué pasó ahí? ¿Se había vuelto loco?

Para nada, lo que Philip había valorado era una cosa inmaterial pero clave en cualquier empresa: por primera vez, le había puesto precio a la marca. Como narra Naomi Klein en “No Logo”, lo que había hecho era ponerle un precio a un intangible que sumaba en su interior elementos como la satisfacción de los clientes, el posicionamiento en el mercado, el cariño de los compradores, etc. Las décadas previas en el trabajo de las marcas empresariales, especialmente desde la publicidad, se habían finalmente traducido en un valor en dinero por primera vez.

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Reflexiones personales

Cambio Social: el Ejemplo de los Videojuegos

La sociedad en la que vivimos cambia a un ritmo vertiginoso: nuevas tecnologías salen a la venta, movimientos sociales se organizan, surgen nuevos problemas y nuevas soluciones. El mundo de ayer puede ser muy diferente al mundo del mañana, y la historia de los videojuegos es un buen ejemplo que ilustra este cambio acelerado. Así, aunque en buena ley las generaciones demográficas se supone que abarcan en torno a 25 años (con lo cual, hoy en día estaríamos en la segunda generación de videojugadores), lo cierto es que el cambio se ha acelerado tanto que surgen diferencias abismales en periodos mucho más cortos y, sin duda, hoy en día podemos hablar de tres generaciones de jugadores aunque el tiempo no diese para ello demográficamente hablando.

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El mundo

Japón: una Historia desde el Poder

Alguien ve una película que pase por Tokyo o viaja allí y lo que ve es una sociedad moderna, con rascacielos, ordenadores, gente calzando Nike, etc. Vemos su sistema político y vemos una democracia con elecciones regulares y un sistema económico capitalista con grandes empresas. Vemos su vida social y, aunque sea exótica en términos culturales, vemos paz y orden. Sin embargo, gran parte de la culpa de que veamos eso es que nuestros ojos ven lo que quieren ver, reconocen las estructuras y, por tanto, piensan que son como las nuestras, cuando en gran medida no es así. Bien podría decirse que Japón es una sociedad feudal del siglo XXI.

Pero retrocedamos en el tiempo, porque todo en Japón bebe de su historia y su tradición. Es la época del shogunato Tokugawa, de las casitas de madera y papel, de las katanas y de los samurai. De hecho, empecemos por ellos, la sociedad japonesa de aquellas es un sistema feudal perfecto. En la cima está (teóricamente) el Emperador, debajo del cual están los señores feudales de los distintos clanes de samurai (los Daimyo), bajo ellos están los señores menores y todos los demás samurai; debajo de ellos están las medias personas, los heimin y hinin, que son mercaderes, comerciantes y agricultores; y, finalmente, bajo ellos, están los eta, los no persona, encargados de las tareas impuras que nadie puede hacer sin deshonrarse. Como véis, un sistema feudal bastante clásico  (aunque sin la separación del estamento eclesiástico, ya que los monjes normalmente estaban en torno a la posición de las medias personas), hasta el punto de que la palabra samurai significa “el que sirve”.