
Desde tiempos inmemoriales, la guerra es algo a lo que los humanos nos hemos dedicado con ahínco, habilidad e ingenio. Y como corresponde a estas situaciones tan extremas para el futuro de todos los colectivos involucrados, ha capturado la imaginación de la gente desde el principio de los tiempos, como muestran historias como la Ilíada.
Pero cuando avanzamos en el tiempo y llegamos al siglo XX, nos encontramos con que es el siglo en el que más gente ha muerto debido a la guerra. Y, consecuentemente, la opinión pública ha ido cambiando su forma de entenderla y racionalizar sobre ella. El resultado es que surgieron numerosas narrativas sociales al respecto, contraponiendo dos discursos principales: por un lado la perspectiva que describe la guerra como algo heroico e importante como se hacía antiguamente (con ejemplos como Top Gun) y la perspectiva contrapuesta donde se describe la guerra como algo brutal y terrible y se busca una denuncia al respecto (como en las películas de la guerra de Vietnam, como Apocalypse Now). Incluso surgieron las narrativas centradas en los civiles capturados en la guerra, como ocurre en la novela de H. G. Wells La Guerra de los Mundos.


Es muy habitual, en los debates de la televisión o en el bar, e incluso en conferencias doctas y discursos políticos, escuchar frases del estilo a “como todo el mundo sabe…” o “como todo el mundo cree…”. Pero lo cierto es que estas son un artilugio demagógico que sólo sirve para intentar ganar peso en las afirmaciones que uno hace. Así, se basan o bien en el sentido común compartido por todos (que se equivoca con una sorprendente frecuencia) o bien en la percepción de esa persona.