Resulta curioso como las voces cada vez más escandalizadas reabren viejos debates sobre la democracia. Y ciertamente, es probable que no sea para menos en muchos sentidos, habiendo visto los resultados del brexit o de la elección de Trump en Estados Unidos. Como señala Carlos Yarñoz, incluso estos debates se extienden a elecciones menores, como las primarias, que han visto en Francia caer a Sarkozy o a Hollande (que ni se ha presentado) y en Inglaterra a Corbyn mantenerse pese a la oposición de todo el aparato de su partido. Las elecciones han demostrado ser peligrosas para los partidos políticos.
El problema, sin embargo, no radica en la democracia, las elecciones primarias o cualquier otra. Es irónico, de hecho, que se entienda que la población (ese ente soberano) tiene la capacidad para escoger a sus cargos principales (presidentes, primeros ministros y demás) y sin embargo no tiene capacidad para escoger otros asuntos como referendums o primarias. No es un problema de la participación, del interés o de la capacidad, ni siquiera sobre los resultados que se obtienen en esas elecciones. No, el problema está en otro sitio.



Desde hace tiempo, el debate sobre la calidad de nuestras democracias está abierto, sopesándose elementos como la frecuencia de las elecciones, la limpieza de las mismas, la existencia de corrupción, la apertura de los partidos, la participación ciudadana, etc. Todas estas cuestiones son importantes a la hora de evaluar una democracia representativa como las que encontramos hoy en día y suelen dar como valoración final una calidad relativamente media o baja de nuestras democracias. Sin embargo, por importante que sea este debate, a la hora de la verdad palidece si tenemos en cuenta que la democracia representativa es, en el fondo, una trampa.
Hace tiempo que se debate acerca de lo que implicaría la implementación de medidas electrónicas en la democracia: beneficios, cambios y peligros. Sin embargo, el proceso avanza en paralelo al debate. Así, en las últimas Elecciones Generales en España, en diversos Colegios Electorales de la Comunidad de Madrid se emplearon ordenadores para ayudar en el recuento de votos, el control de incoherencias, etc. Y resultó ser una herramienta muy útil para el buen funcionamiento de esas mesas electorales. En el caso español, la legislación no permite ir más allá. Pero en Estados Unidos, por ejemplo, existen Estados donde se permite votar directamente de modo electrónico en unos cajeros específicos.
Democracia: el gobierno del pueblo. Como hemos discutido numerosas veces, este