Heredera de
la conversación de anoche, es hora de ahondar en los mecanismos de cambio de la sociedad. Desde el principio de este blog, uno de los temas centrales siempre han sido los mecanismos de dominación y el poder de las élites, que incluso bautizan al blog. Y no es para menos. Pero, ¿cómo puede existir cambio en las sociedades controladas por las élites en el poder? Obviamente, ¡ellas están en contra de todo cambio!
Y, en efecto, así es, pero ellas no pueden controlarlo todo. En las sociedades el cambio viene normalmente de abajo a arriba, de élites que no son y quieren serlo hacia las que sí lo son. Así lo explicó Pareto, por ejemplo, en su teoría cuando dice que “la historia es un cementerio de élites”. Y un vistazo a la historia le da bastante la razón: los burgueses lideraron gran parte de los cambios sociales del siglo XVI, los ilustrados lideraron al pueblo francés en el siglo XVIII, etc. Pero, ¿qué es lo que hace que puedan en un momento dado derrotar a la élite en el poder y no en otro?

Hace tiempo que se debate acerca de lo que implicaría la implementación de medidas electrónicas en la democracia: beneficios, cambios y peligros. Sin embargo, el proceso avanza en paralelo al debate. Así, en las últimas Elecciones Generales en España, en diversos Colegios Electorales de la Comunidad de Madrid se emplearon ordenadores para ayudar en el recuento de votos, el control de incoherencias, etc. Y resultó ser una herramienta muy útil para el buen funcionamiento de esas mesas electorales. En el caso español, la legislación no permite ir más allá. Pero en Estados Unidos, por ejemplo, existen Estados donde se permite votar directamente de modo electrónico en unos cajeros específicos.
La sociedad civil ha estado siempre en conflicto con el poder, remodelándolo en la medida en que ha podido. Las huelgas y manifestaciones han sido sus armas principales, como lo han sido posteriormente los sindicatos, las ONGs, o los movimientos sociales más o menos establecidos.
En numerosas ocasiones he oído decir tato a detractores del movimiento como a sus propios seguidores que el 15-M no es representativo de la sociedad. Al no serlo, no tendría derecho a presionar y actuar políticamente, tratando de forzar un cambio institucional (o más) en un sentido u otro. Sin embargo, esta posición parte o bien de un manifiesto derecho de desprestigiar y desmovilizar al movimiento, o de la ignorancia, o de un excesivo respeto hacia los demás.