Este libro, del ilustre Ortega y Gasset tiene una virtud: es corto. Si, se que no es decir mucho bueno del libro, pero lo cierto es que he de reconocer que Ortega me ha defraudado. Es lo primero suyo que leo, quizás no sea lo mejor, pero para mi gusto pasa demasiado tiempo filosofando sobre cosas que realmente no importa y sólo muy ocasionalmente regresa a los temas interesantes que plantea (que existen, no digo lo contrario).
La parte más interesante del argumento es que, en su visión, la vida de las personas son dramas. El significado que él le da a la palabra está lejos, sin embargo, de las películas lacrimógenas. Al contrario, lo que él entiende por dramas son historias, cada vida tiene sentido únicamente como la historia de esa vida, de las elecciones tomadas y lo que ello construye de la persona que las tomó.
Así, la vida de cada persona es de una libertad infinita porque todas las personas pueden ser distintas y tomar distintas decisiones. Esta libertad se ve limitada por dos cosas: las circunstancias (ya sabéis, como dice su célebre frase: “yo soy yo y mis circunstancias”) que limitan las opciones presentadas en cada momento, y la historia.