Este libro, del ilustre Ortega y Gasset tiene una virtud: es corto. Si, se que no es decir mucho bueno del libro, pero lo cierto es que he de reconocer que Ortega me ha defraudado. Es lo primero suyo que leo, quizás no sea lo mejor, pero para mi gusto pasa demasiado tiempo filosofando sobre cosas que realmente no importa y sólo muy ocasionalmente regresa a los temas interesantes que plantea (que existen, no digo lo contrario).
La parte más interesante del argumento es que, en su visión, la vida de las personas son dramas. El significado que él le da a la palabra está lejos, sin embargo, de las películas lacrimógenas. Al contrario, lo que él entiende por dramas son historias, cada vida tiene sentido únicamente como la historia de esa vida, de las elecciones tomadas y lo que ello construye de la persona que las tomó.
Así, la vida de cada persona es de una libertad infinita porque todas las personas pueden ser distintas y tomar distintas decisiones. Esta libertad se ve limitada por dos cosas: las circunstancias (ya sabéis, como dice su célebre frase: “yo soy yo y mis circunstancias”) que limitan las opciones presentadas en cada momento, y la historia.

El otro día ya os hablé de por qué
Las culturas de las diferentes partes del planeta están en permanente cambio a lo largo de la historia, a diferentes ritmos según las circunstancias específicas de cada una de ellas. Desde el ascenso de la globalización, estos patrones de cambio se han ido acelerando en gran parte del globo. Esto es en parte debido a que el cambio tecnológico ha ido ganando velocidad también, y con ello impone modificaciones en la sociedad a medida que los nuevos productos tecnológicos se establecen y expanden entre los ciudadanos, ofreciendo nuevas opciones, acciones y riesgos y, con ello, cambiando su forma de ver el mundo.
Es 1775, y el descontento se puede sentir en las trece colonias que el Imperio Británico tiene en norteamérica. Quieren representación en el Parlamento Británico, o sino se niegan a pagar los impuestos: el lema es “no taxes without representation”. Los británicos intentan comprar a los colonos por medio de té muy barato pero con impuestos, y nos encontramos de pronto con el Motín del Té que da comienzo a la Guerra de Independencia.
A menudo, se tiene la sensación de que lo que ocurre en Internet no es algo suficientemente real. Los amigos online no son igual de amigos que los amigos físicos, es un terreno de juegos donde no ocurren cosas reales, donde la gente está sólo para su ocio. Sin embargo, todas estas nociones clásicas del mundo de la red de redes son falsas, como muestran cada vez más los estudios. Como bien dice Lawrence Lessig, la red es muy real.

Hace un par de semanas ya hablamos de
Una subcultura es, como su nombre indica, un subconjunto dentro de otro mayor, en este caso un subconjunto cultural. Y, todo esto, ¿cómo se come? Básicamente, hay una cultura general que tiene una serie de ideas, valores, problemas, objetivos, etc. Podemos poner como ejemplo a la cultura española (aunque podría bien argumentarse que esta es, realmente, una subcultura de la cultura occidental/capitalista/demócrata).
Soren Kierkegaard dijo que la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero que se debe vivir hacia adelante. Y esta gran paradoja es probablemente uno de los elementos centrales de la forma en que vivimos.
Esta es una serie muy interesante, que gira en torno al mundo de los publicistas en la década de los 60. Sin una trama muy importante como tal (no hay crímenes, ni grandes giros argumentales, ni ningún artificio de guión), nos mete de lleno en la descripción de cómo era la vida americana en una de las décadas más importantes del siglo XX. Por ello, contiene muchas cosas interesantes sociológicamente.