El profesor Richard Griffis, en sus lecciones de la semana pasaada dentro del curso Configuring the World, puso sobre la mesa una cuestión fundamental que, me he dado cuenta, no había abordado aún en el blog. Así que voy a permitirme coger el ejemplo y parte de su argumento, porque realmente es muy claro e interesante.
Imaginemos una sociedad donde fuese imposible confiar en los demás. En ese mundo, nadie podría cooperar porque la traición sería inevitable. Por ello, cada persona tendría que ser autosuficiente, ya que no podría confiar en que otros le pagasen por su trabajo, o que no le fuesen a atacar simplemente por salir a la calle. De hecho, más allá de eso, en unun mundo sin confianza, no tendría sentido la sociedad: ¿para qué inventar un lenguaje si no vale la pena comunicarse con nadie? ¿Para qué crear símbolos, gobiernos o Estados si es imposible cooperar en el interior de ellos para garantizar nuestra seguridad y el acceso a los bienes que necesitamos? Si realmente vivimos en un mundo donde “el hombre es un lobo para el hombre”, como dijo Hobbes, es imposible que surja ningún tipo de Estado o cooperación que limite eso (lo siento, Hobbes, el Leviathan nunca habría aparecido porque nadie confiaría en él).

Desde hace muchos siglos, los gobiernos, Reinos y Estados han dedicado infinidad de esfuerzos a contar cuantos habitantes tenían sus territorios. Hoy en día contamos con censos muy acertados de las poblaciones más estables de muchos países del mundo y, aunque la inmigración ilegal/oculta pueda distorsionar la imagen, el resultado sigue siendo una imagen bastante acertada de la población del mismo. Y a raiz de esta imagen han sonado numerosas alarmas en todas partes, alertando de los riesgos que plantea la demografía para nuestras sociedades como las conocemos. Pero, ¿cómo puede ser que haya riesgos simplemente por el número de habitantes?
A raiz del post del otro día sobre si la 
Ssociologos ha colgado una muy interesante entrevista con el famoso sociólogo alemán Ulrich Beck, que se puede consultar
Hoy, Héctor Puente me ha contado algo que no sabía: el descubridor del Síndrome de Deficiencia de Atención e Hiperactividad confesó antes de morir que era
Maquiavelo dice en
La física establece, a través del principio de conservación de la energía establecido en la primera ley de la termodinámica, que “la energía, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Así, cuando lanzamos una piedra al aire estamos transformando nuestra energía biológica (térmica) en energía cinética (movimiento) que eleva la piedra en el aire; a medida que asciende va perdiendo velocidad, producto de la transformación de la energía cinética en energía potencial (fruto de la altura), que eventualmente volverá a ser cinética cuando la piedra comience a caer y térmica al chocar contra el suelo (calentándolo). Y ahora diréis: pero, “¿qué tiene esto que ver con el poder?”. En mi opinión, el poder se comporta de la misma manera.
Te levantas a las siete de la mañana, desayunas y te preparas para estar listo para trabajar una hora más tarde. A las dos se termina la primera mitad del día laboral y tienes una hora para comer antes de regresar para la parte de la tarde. Terminas, agotado, a las cinco, momento en que regresas a casa y te pones algo más cómodo para salir a hacer una hora de jogging. Regresas a casa para charlar con tu pareja algo antes de las siete, pasáis un rato juntos y luego os preparáis para salir a tomar algo y aprovechar que es viernes. Cena en un restaurante a las diez, terminada sobre las once y media, momento de ir a tomar unas copas con los amigos. De vuelta a casa sobre las dos, que ha sido un día largo y toca reponerse. Puede no ser tu vida pero, ¿a que suena familiar?
Los movimientos sociales son algo muy especial para la gente: para unos, los involucrados, son un frenesí, un camino hacia un futuro mejor, un proyecto con sentido en el que esforzarse; para otros muchos, es una fuente de ideas y cosas raras; finalmente, para otros, son un fracaso uno tras otro. Dicen estos últimos: “¿acaso ha acabado la dominación de la mujer tras el trabajo del movimiento feminista? ¿Ha cambiado la política y acabado con la corrupción el 15-M? ¿Los pacifistas han acabado con las guerras? No, al final, todo sigue igual.” Y, sin embargo, esta apreciación es cierta sólo porque no entienden la función real de los movimientos sociales.
Hace unos días, todos los periódicos del país recogían el encuentro entre Rajoy y Mas y lo discutido allí. Que si bien, que si insuficiente, que si demasiado, que si se sigue trabajando, que si hay ruptura… análisis de lo ocurrido hay muchos, pero lo innegable es que, hoy por hoy, la situación sigue estancada. La razón de esto es más profunda que el resultado de un encuentro y es una historia en la que ya llevamos inmersos mucho tiempo, desde que se anunció por primera vez que se iba a producir el referendum y la explosión de la Diada.
Al hilo del último post sobre mi
Parece que el post de ayer sobre la