El otro día expuse, junto con Marta Lizcano, el texto del Ojo del Poder en el LI Congreso Internacional de Filosofia; a raíz de él, y del resto de ponencias de la mesa, surgió un debate del cual hoy quiero rescatar un punto concreto. Ya hemos hablado muchas veces de legitimidad y lo que pasa cuando un sistema se deslegetima pero, ¿qué pasa mientras tanto?
El poder debe ser legítimo si quiere que el pueblo lo acepte y no se rebele contra él, y para eso requiere de toda su capacidad para seducir y convencer de su idoneidad para manejar los asuntos comunes. ¿Por qué? La razón base de esto es que el poder no es algo natural en si mismo, es fruto de la negociación colectiva de toda la sociedad, producto de las transferencias de poder de todas las personas que la componen y el marco intersubjetivo de interpretación de todo. En resumen, el poder surge como consecuencia de las relaciones de todas las personas, algunas de las cuales consiguen posiciones más centrales en los campos donde todo el mundo interviene, convirtiéndose en centrales y, al hacerlo, ganando capacidad de condicionar a todos los demás en ese aspecto (económico, político, social, la empresa…).

Hoy comparto con vosotros el
Si cogemos cualquier película de mafias, lo que veremos es una inestable tregua entre familias y grupos que, pronto, acaba estallando en guerras violentas y salvajes. Esa es la historia de El Padrino, por ejemplo, el referente más clásico del género. Sin embargo, en el mundo real, la mafia no se comporta de esa manera, al menos no de un modo tan claro y, desde luego, menos a medida que la globalización avanza.
Desde la asociación de Investigadores Sociales Universitarios organizamos unas jornadas sobre cultura libre donde se trataron muchos temas. La verdad es que se me había olvidado por completo que las habíamos subido al canal de Youtube de la asociación, pero hoy me acordé así que os dejo aquí los links por si os apetece aprender más sobre este tema, tan importante y con tantas ramificaciones en el mundo actual.
Dice el viejo dicho romano que para tener tranquilo al pueblo es necesario darle pan y circo. Y es una verdad que la historia ha demostrado muchas veces, si le das pan (osea, cubres sus necesidades básicas) y circo (entretenimiento), las ganas de revuelta se disuelven. Literalmente, compras felicidad de los súbditos y, al hacerlo, ganas en paz social y aprobación. En cierta medida, esa es la razón de que el Estado de Bienestar tenga tanto apoyo, porque el conjunto de la sociedad trata de conseguir que la mayor parte de la población tenga, como mínimo, el pan en un esfuerzo conjunto de todo el país.
Para definir una ideología, lo primero que es necesario es entrar de lleno con las ideas. Una idea es un concepto, una “pieza de Lego” mental: rojo, coche, democracia… Sobre esto se construye un argumento, que pone en conexión varias ideas, como una pared de Lego: la democracia es buena. La pared puede ser más compleja o menos, con ventanas, vidrieras o estatuas: la democracia es buena porque representa la opinión popular y la traslada a las instituciones de gobierno. A partir de ahí llegamos a las ideologías.

En su momento ya hablamos de la
El videoblog de
En principio, esto puede parecer una falacia lógica, y hasta cierto punto lo es. Al fin y al cabo, cuando cualquiera de los elementos que forman un grupo se vuelve más fuerte, el poder del conjunto crece como tal. Lo hemos visto al ver cómo la mejora económica alemana ha abierto la posibilidad de que ellos importen productos del resto de la Unión, o que su dinero pueda cubrir deudas y problemas por todo el continente… y, sin embargo, esto último es buen ejemplo de cómo tampoco es tanta falacia como parece.
A menudo, se oye a las distintas instituciones señalar que hace falta realizar cambios estructurales profundos en la economía, en la organización del Estado del Bienestar, o en cualquier otro aspecto de la sociedad. Y que estos cambios, cada vez, son más urgentes. El Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea, la ONU… todos ellos se pronuncian frecuentemente en este sentido. Sin embargo, al final nunca se producen. ¿Por qué?