Hoy se celebra el 4 de Julio, Día de la Independencia en Estados Unidos, que conmemora la Declaración de Independencia de 1776. Hoy, hace 236 años, el mundo vio nacer la primera democracia moderna (si no contamos el lento evolucionar parlamentario de Gran Bretaña). Se dice rápido, pero hace casi un cuarto de milenio. Y, en un día tan cargado de simbolismo como este, creo que es interesante pararnos a recordar lo que aquel momento histórico ha implicado para la historia.
A menudo, estamos habituados (especialmente en los ambientes más de izquierdas) a ver continuas críticas a los Estados Unidos. Pero hoy, en honor a la celebración, voy a coger sólo el lado bonito de la moneda, y dejaré para otras ocasiones el (también muy notorio) lado feo.

Escrito por Javier Noya, y supongo que publicado en torno a septiembre de este año, la verdad es que es un libro difícil de comentar en unas líneas como estas. La razón es que, pese a la coloquialidad del discurso en su forma, su contenido es complejo y muy amplio. Así, a lo largo de sus 450 páginas, el autor analiza todas las dimensiones de la imagen de España en el exterior, desde la música a las fuerzas armadas, del soft al hard power, del siglo XVIII al XXI, de la política a la cultura, etc. Abarca así una enorme variedad de temas que configuran la imagen de España en el exterior, desde una imagen tanto objetiva (¿qué dicen los datos duros, económicos y de otro tipo, sobre la situación real?) como subjetiva (¿qué opinión tiene la gente del mundo sobre esas cuestiones?), lo cual le da gran profundidad y riqueza. Es obvio que habrá gente interesada en unos aspectos u otros del texto, pero al ser un análisis tan amplio, hay cosas interesantes para todo el mundo.
La respuesta a esto, en teoría es sencilla. Según la Constitución, si, España es un Estado aconfesional, y punto. Pero, y siempre hay un pero, la misma Constitución reconoce que en el país el Catolicismo juega un papel muy importante en la cultura y demás, y por eso merece un lugar destacado. Esto no es aconfesionalidad, desde luego, más allá de las apariencias.
En numerosas ocasiones he oído decir tato a detractores del movimiento como a sus propios seguidores que el 15-M no es representativo de la sociedad. Al no serlo, no tendría derecho a presionar y actuar políticamente, tratando de forzar un cambio institucional (o más) en un sentido u otro. Sin embargo, esta posición parte o bien de un manifiesto derecho de desprestigiar y desmovilizar al movimiento, o de la ignorancia, o de un excesivo respeto hacia los demás.
Si yo menciono la palabra “hacker”, lo primero que pensarás probablemente será en un chico con gafas, granos, asaltando las bases de datos de las empresas y gobiernos. Dejando de lado que obviamente esa es una dimensión de la palabra hacker (y olvidando que cada vez más la guerra informática la practican los propios gobiernos y empresas), el término va mucho más allá de ese punto.
Mirad a vuestro alrededor y veréis las paredes rojizas y vibrantes del útero materno. Al ritmo del corazón del cambio, nos alejamos de lo conocido para adentrarnos en lo desconocido. Tras nosotros, el viejo mundo yace agonizante tras los golpes que derribaron el Muro de Berlín y las protestas que despertaron a una sociedad civil que se movilizó desde Mayo del 68 a la Primavera Árabe y la Indignación.
El Profesor Jaume D’Urgell nos explicó ayer las curvas de atención de la gente, y creo que es algo sobre lo que vale la pena pararse y reflexionar brevemente. Según nos dijo, está estudiado que para las intervenciones públicas, los espectadores pasan por tres fases diferentes. Inicialmente, su atención comienza en torno a un 60% y va subiendo; la segunda fase, que se produce en torno a los 4 a 7 minutos, es una breve estabilidad en que se tiene el máximo de atención del espectador; finalmente a partir de entonces, comienza un declive que lleva al 0% de atención a partir del minuto 40 más o menos.
A veces da la sensación de que, aún con la crisis, todo sigue igual, que la raza humana está condenada a dar eternamente vueltas al mismo punto. Fukuyama incluso dijo que habíamos llegado al final de la historia, que de aquí en adelante sólo continuaría el Estado democrático capitalista hasta el final.
Estas dos palabras, aparentemente tan similares, son claves para entender los cambios que en la sociedad se han producido en los últimos años, más o menos a partir de la caída del Muro del Berlín. Y es que os voy a revelar una verdad en la que seguro que no habíais pensado jamás: el mundo se está globalizando. ¿Increíble, verdad?
Una mini-serie de tres capítulos, aunque realmente son tres historias de una hora más o menos, completamente independientes y que, de hecho, no comparten entre sí nada. Bueno, nada menos el hecho de ser una aguda y muy crítica visión de la sociedad en la que vivimos, y la invasión que la tecnología puede realizar en la misma.
Cada vez más, me parece que se invierte más en los guiones y trabajos de las series que de las películas, pero supongo que la industria cinematográfica sería mejor objeto de otro post. En este caso, lo que corresponde es recomendar The Wire (Bajo Escucha en español, si no recuerdo mal), y explicar por qué es interesante desde una perspectiva sociológica (más allá de que es una serie simplemente maravillosa).
Estas dos son las principales teorías actualmente de explicación de las relaciones internacionales, y aunque raramente sean mencionadas como tales, están permanentemente en las noticias de un modo u otro. Así que vale la pena echarles un buen ojo.