Basta ver cualquier película americana para ver cómo se les llena la boca hablando de los Padres Fundadores americanos: Washington, Lincoln, Madison… los grandes nombres a los que ellos deben su modo de vida. Sin embargo, por mucho que nosotros debemos mucho de nuestro modo de vida a los Padres Fundadores de la Unión, pocos conocen sus nombres. Así que es hora de echarles un breve vistazo, aprovechando que se acercan las elecciones europeas.
Jean Monnet es, en gran medida, el constructor de la Unión Europea, y de hecho fue el primer líder de la Comisión (cuando aún se llamaba Alta Autoridad). Este francés fue el que tuvo la idea original de la Unión, y el que la vendió a franceses y alemanes como modo de evitar una cuarta guerra mundial. Es también el creador del “método Monnet”, que es el modo en que se ha ido construyendo toda la Unión: paso a paso, poniendo cada vez más cosas en común, de modo que vayamos aumentando cada vez más lo que nos une, y reduciendo lo que nos diferencia.

Julio Cesar, uno de los destructores de la democracia plutarca que era la República Romana sube la escalinata camino del Senado y es acuchillado decenas de veces por sus compañeros, incluyendo a su propio segundo, su hijo Bruto. Algo más de dos mil años después, Enrico Letta, Primer Ministro no electo de la democracia representativa donde importa demasiado el dinero que es la República Italiana, es destrozado con las puñaladas figuradas de su segundo, Matteo Renzi. ¿Alguien ve algún elemento en común?
Es 1775, y el descontento se puede sentir en las trece colonias que el Imperio Británico tiene en norteamérica. Quieren representación en el Parlamento Británico, o sino se niegan a pagar los impuestos: el lema es “no taxes without representation”. Los británicos intentan comprar a los colonos por medio de té muy barato pero con impuestos, y nos encontramos de pronto con el Motín del Té que da comienzo a la Guerra de Independencia.
Tras trentaicinco años desde que se promulgó la actual Constitución, y aprovechando el final ahora del Puente de la Constitución, creo que es buen momento para hacer un balance de cómo ha sido el papel de la misma, sus luces y sus sombras. Y lo cierto es que un vistazo a nuestra historia reciente, y no tan reciente, a la forma en que se utiliza y maneja, rápidamente muestra una buena cantidad de ambas cosas.
Que en cualquier sociedad existen débiles y poderosos es algo que todos sabemos. Lo hemos visto en las películas, en los libros de historia, en las novelas… Sin embargo, ese poder no siempre se ha repartido de la misma forma. Si tomamos la visión foucaultiana del poder, este se encontraría repartido en distintas cantidades en todos los miembros de la sociedad, de modo que es de sus continuas interacciones y cesiones de poder de donde surgen las estructuras sociales que reconocemos como poderosas. Por su parte, Bourdieu diría que el se encuentra en cada campo social, donde los distintos actores presentes tienen distintas cantidades de capital y, con ello, una posición más central o menos en la estructura del campo. Pero dejemos de lado, de momento, esas visiones más estructurales y difusas del poder, y centrémonos en la historia del poder político.
A menudo, parece que la sociología sólo sirve para sesudos textos que analicen sistemas políticos, instituciones, dinámicas demográficas, o colectivos desamparados. Sin embargo, hay muchas más caras de la sociología, una por cada faceta que tiene la sociedad. Ya os colgué hace un tiempo un ejemplo de la sociología de la literatura con mi análisis de
Hoy toca compartir un
Los Estados, organizaciones interestatales, y acuerdos no surgen de la noche a la mañana tal como los conocemos. Al contrario, son el fruto de un largo proceso, que incluye infinidad de modificaciones, actualizaciones y cambios que van permitiendo que, lentamente, aparezcan tal como ahora son. El motor de estos cambios es, la necesidad.
“La historia es un cementerio de élites”, decía Pareto, pero bien podríamos decir que es también un cementerio de potencias. Un imperio ha sucedido a otro, dominando partes más o menos grandes del mundo por medio de la guerra, la economía y la diplomacia. Roma, el Imperio Otomano, la España del XVI, la Francia napoleónica, el imperio chino, el azteca, el maya… Grandes nombres, para las grandes potencias de sus épocas.
Durante dos horas, Charles Ferguson construye una enormemente elaborada visión sobre la crisis financiera de 2008 que inició la actual crisis económica. Así, lentamente comienza con los precedentes, los mecanismos que la hicieron posibles, y las mecánicas que llevaron a su aparición; a medida que avanza y gana fuerza, pasa a la crisis en si, a los responsables, y a las medidas que (no) se tomaron para solucionarla; y, finalmente, llega a las consecuencias, al lugar que ocupan esas personas en la actualidad, a las contradicciones del sistema.