La física establece, a través del principio de conservación de la energía establecido en la primera ley de la termodinámica, que “la energía, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Así, cuando lanzamos una piedra al aire estamos transformando nuestra energía biológica (térmica) en energía cinética (movimiento) que eleva la piedra en el aire; a medida que asciende va perdiendo velocidad, producto de la transformación de la energía cinética en energía potencial (fruto de la altura), que eventualmente volverá a ser cinética cuando la piedra comience a caer y térmica al chocar contra el suelo (calentándolo). Y ahora diréis: pero, “¿qué tiene esto que ver con el poder?”. En mi opinión, el poder se comporta de la misma manera.
El poder es una energía social, que va pasando de unas personas a otras, circulando y moviéndose, ejerciéndose continuamente. De hecho, Foucault afirmaba que “el poder no se posee, sólo se ejerce”. Aunque yo soy más de Bourdieu y la parte estructural, como ya expuse en mi post sobre mi concepción del poder, Foucault si que acierta de lleno al imaginar una sociedad donde todo el mundo está conectado unos con otros, ejerciendo el poder de modo continuo con su entorno.

Te levantas a las siete de la mañana, desayunas y te preparas para estar listo para trabajar una hora más tarde. A las dos se termina la primera mitad del día laboral y tienes una hora para comer antes de regresar para la parte de la tarde. Terminas, agotado, a las cinco, momento en que regresas a casa y te pones algo más cómodo para salir a hacer una hora de jogging. Regresas a casa para charlar con tu pareja algo antes de las siete, pasáis un rato juntos y luego os preparáis para salir a tomar algo y aprovechar que es viernes. Cena en un restaurante a las diez, terminada sobre las once y media, momento de ir a tomar unas copas con los amigos. De vuelta a casa sobre las dos, que ha sido un día largo y toca reponerse. Puede no ser tu vida pero, ¿a que suena familiar?
Hace unos días, todos los periódicos del país recogían el encuentro entre Rajoy y Mas y lo discutido allí. Que si bien, que si insuficiente, que si demasiado, que si se sigue trabajando, que si hay ruptura… análisis de lo ocurrido hay muchos, pero lo innegable es que, hoy por hoy, la situación sigue estancada. La razón de esto es más profunda que el resultado de un encuentro y es una historia en la que ya llevamos inmersos mucho tiempo, desde que se anunció por primera vez que se iba a producir el referendum y la explosión de la Diada.
Al hilo del último post sobre mi 
Hoy comparto con vosotros el
En principio, esto puede parecer una falacia lógica, y hasta cierto punto lo es. Al fin y al cabo, cuando cualquiera de los elementos que forman un grupo se vuelve más fuerte, el poder del conjunto crece como tal. Lo hemos visto al ver cómo la mejora económica alemana ha abierto la posibilidad de que ellos importen productos del resto de la Unión, o que su dinero pueda cubrir deudas y problemas por todo el continente… y, sin embargo, esto último es buen ejemplo de cómo tampoco es tanta falacia como parece.
Alguien ve una película que pase por Tokyo o viaja allí y lo que ve es una sociedad moderna, con rascacielos, ordenadores, gente calzando Nike, etc. Vemos su sistema político y vemos una democracia con elecciones regulares y un sistema económico capitalista con grandes empresas. Vemos su vida social y, aunque sea exótica en términos culturales, vemos paz y orden. Sin embargo, gran parte de la culpa de que veamos eso es que nuestros ojos ven lo que quieren ver, reconocen las estructuras y, por tanto, piensan que son como las nuestras, cuando en gran medida no es así. Bien podría decirse que Japón es una sociedad feudal del siglo XXI.
El poder es, sin duda, uno de los elementos sociales que más me interesan, pero que también ha sido clave en todos los análisis sociológicos desde el principio. Sin embargo, normalmente el poder se estudia desde una perspectiva más sistémica, de conflictos dentro de un campo, en esta ocasión voy a meterme con la parte más pequeña del poder, la forma en que se maneja entre la gente en el día a día.
Julio Cesar, uno de los destructores de la democracia plutarca que era la República Romana sube la escalinata camino del Senado y es acuchillado decenas de veces por sus compañeros, incluyendo a su propio segundo, su hijo Bruto. Algo más de dos mil años después, Enrico Letta, Primer Ministro no electo de la democracia representativa donde importa demasiado el dinero que es la República Italiana, es destrozado con las puñaladas figuradas de su segundo, Matteo Renzi. ¿Alguien ve algún elemento en común?
Seguro que, a estas alturas, ya todos estáis aburridos por mis posts sobre el poder, las relaciones internacionales, o la construcción de percepciones. Pero la sociología realmente se encuentra en cualquier sitio, y en este caso voy a compartir con vosotros un vídeo que, aunque tiene tiempo, sigue siendo genial. En concreto, es el último capítulo de la segunda temporada de
El Gobierno mueve sobres llenos de dinero sin que nadie pueda hacer nada. La Iglesia tiene Cardenales que se envenenan unos a otros y desfalcan dinero del Banco Vaticano. Las empresas se mueven a paraísos fiscales. Y esto todo y más, ¿cómo se detiene? La clave para ello es lo que en inglés se llama accountability, que podría traducirse como “rendir cuentas” y que significa, a grandes rasgos, que haya alguien ante quien todo el mundo tenga que responder.
Quizás, de todos los temas por los que se ha debatido en política, el de la libertad sea uno de los que más ríos de tinta haya vertido. Desde los antiguos discursos griegos a favor y en contra de los tiranos o de la democracia, a la redefinición de la libertad en la Edad Media, la posterior reconstrucción en la Ilustración, y su conversión en pieza central del discurso del individuo y del Estado a partir de entonces. Hoy en día, pocos discursos, debates y autores escapan a discutir el significado y los límites de la libertad, y a lo largo de los años este es un tema que ha aparecido muchas veces en este blog. Pero, tras tanto tiempo, es hora de retomarlo y volver a analizarlo.
A menudo, es habitual escuchar a alguien llamar a otro fascista cuando el otro le impone su decisión, o usos similares del término porque la sociedad normalmente considera uno sinónimo del otro. Sin embargo, desde la perspectiva sociológica y politológica, y teniendo en cuenta que es un debate abierto de momento, ambos términos son distintos y describen distintos modelos políticos. Autoritarismos ha habido mucho, desde el régimen de Franco al actual de Corea del Norte; en cambio, fascismos sólo ha habido uno en la historia, la Alemania de Hitler. Así que vayamos viendo cómo se construyen ambos sistemas en sus diferencias, para ilustrar cómo uno y otro parecen muy similares, pero al final resultan no serlo.