En teoría, se supone que vivimos en un Estado del Bienestar, lo cual garantizaría que el sistema social como conjunto se esfuerza por redistribuir la riqueza. Sin embargo, aunque la lucha contra la pobreza es un objetivo social desde hace mucho, lo cierto es que tras la crisis lo que hemos visto es lo contrario, cómo las cases más desfavorecidas empeoraban en su situación económica.
Cojamos una escena habitual y veremos que además, no solo se ha reducido la lucha contra la pobreza sino que además se ha cambiado de hombros. Así, no es poco frecuente montar en el metro y encontrar a alguien pidiendo ayuda. Dado que muchos lo hacen todos los días en ciertas rutas, es de entender que al menos van sacando lo suficiente de la gente que les acompaña en los vagones. Sin embargo, en metro no monta Amancio Ortega o cualquier otro miembro de la clase alta; al contrario, en metro quienes viajan son las clases bajas y medias.







El Bien Común, esa idea preciosa que supone que existen acciones que benefician a todos los habitantes de una sociedad o colectivo y que, por tanto, son deseables para todos ellos. Acciones que avanzan las agendas de las personas independientemente de sus ideologías, opiniones, posiciones sociales, género, cultura… porque son universalmente buenas. Es uno de los relatos más bonitos que existen en política, y sin embargo es una quimera inventada en el siglo XVIII para convencer y ganar apoyo. Sorprendentemente, en pleno siglo XXI, alguien la usó hoy para intentar convencerme de apoyar una iniciativa en la que no creo.
Desde hace tiempo, el debate sobre la calidad de nuestras democracias está abierto, sopesándose elementos como la frecuencia de las elecciones, la limpieza de las mismas, la existencia de corrupción, la apertura de los partidos, la participación ciudadana, etc. Todas estas cuestiones son importantes a la hora de evaluar una democracia representativa como las que encontramos hoy en día y suelen dar como valoración final una calidad relativamente media o baja de nuestras democracias. Sin embargo, por importante que sea este debate, a la hora de la verdad palidece si tenemos en cuenta que la democracia representativa es, en el fondo, una trampa.
En este blog a menudo he hablado de los
La frase que da título a este post es de Wilfredo Pareto, uno de los grandes teóricos de las élites que ha habido en sociología. Y refleja la imagen habitual del proceso de cambio social que ha imperado durante gran parte de la historia: un grupo con el poder debe defenderse contra los grupos de advenedizos que se lo quieren quitar. Es el caso de la burguesía sustituyendo a la nobleza como el centro del poder a partir del Renacimiento, por ejemplo. Sin embargo, ¿sigue siendo válida en el siglo XXI?
El Emperador se sube a su caravana fastuosa, la gente dispara los fuegos artificiales y la comitiva se pone en marcha con gran pompa y circunstancia. La gente aclama a su paso, le vitorea, le anima. Hasta que, entre toda la gente, un niño dice “¡el Emperador va desnudo!”.