
Vamos a empezar por una historia, una reciente que seguro que todos recordáis. Es 2021 y por todo lo del COVID, los problemas de suministros, etc. el precio de la electricidad se está disparando. El que impulsa al alza de precios es el precio del gas, y por cómo funcionaban las cosas por entonces, se pagaba toda la electricidad al precio de la más cara que se comprase. Viendo enormes beneficios en producir más electricidad barata, muchos embalses fueron vaciados para producir hidroelectricidad, mucho más barata que la del gas y, por tanto, con mayor margen de beneficio. Si avanzamos un año, tenemos cambios en el mercado eléctrico y su funcionamiento por intervención europea (la exención de la península) y crecientes discusiones sobre la necesidad de crear un modelo distinto que pueda regular el mercado energético europeo. ¿Y qué más? Un problema de sequías con algunas zonas gallegas (región conocida históricamente por su lluvia) sin agua corriente. Un problema que, sin duda, embalses llenos habrían ayudado a evitar.
Este es uno de los infinitos ejemplos de cómo las empresas no se saben autorregular sino que, sistemáticamente, buscan aumentar sus beneficios lo máximo posible. Los neoliberales dirán que eso se soluciona con la mano invisible, con el impacto de la competencia en el mercado, donde otra empresa ofreciendo el mismo servicio a un precio más bajo hace que los precios se acerquen al punto de equilibrio de oferta y demanda. Y que cuando el Estado entra a regular el mercado, lo que hace es crear irregularidades, distorsiones y otros problemas importantísimos. Desgraciadamente, no es más que una ficción.
Imaginemos que se inventa ahora el Zincoplasto, y yo he montado una empresa exitosa que lo vende. Un producto nuevo, innovador y arriesgado atrae la atención de diversos productores y se establecen varias empresas que me hacen la competencia. Pero, como a mi me va bastante bien, lo que más me compensa es no invertir en inversión y desarrollo, o reducir precios, sino usar el valor de marca para que se paguen mis productos al elevado precio que quiero, y para eso invierto en publicidad. Esto me trae buenos beneficios pero mi competencia también lo hace, así que el siguiente paso natural es o bien comprar a la competencia o bien fusionarme con ella. Esta es la historia de casi cualquier campo de mercado, y a medida que estas empresas crecen y ocupan todo el mercado, se vuelve cada vez más caro y difícil para empresas nuevas entrar a competir en el mismo.






La historia de las relaciones internacionales es una historia que empieza antiguo, tan temprano como los primeros imperios porque, tan pronto hubo un “nosotros” nació un “ellos” y, al hacerlo, la necesidad de dialogar con esa otra parte. Al principio, los gobiernos hacían poco en relaciones internacionales, normalmente se limitaban a declarar guerras, favorecer el comercio que pudiese surgir, o enviar emisarios ocasionales. La Hélade, la alianza de las ciudades-estado de la Grecia antigua, fue la primera gran alianza y, con ella, nacieron muchas otras formas diplomáticas como podían ser los juegos olímpicos.
A menudo, parece que la sociología sólo sirve para sesudos textos que analicen sistemas políticos, instituciones, dinámicas demográficas, o colectivos desamparados. Sin embargo, hay muchas más caras de la sociología, una por cada faceta que tiene la sociedad. Ya os colgué hace un tiempo un ejemplo de la sociología de la literatura con mi análisis de
Los Estados, organizaciones interestatales, y acuerdos no surgen de la noche a la mañana tal como los conocemos. Al contrario, son el fruto de un largo proceso, que incluye infinidad de modificaciones, actualizaciones y cambios que van permitiendo que, lentamente, aparezcan tal como ahora son. El motor de estos cambios es, la necesidad.
Los economistas Mundell y Fleming propusieron un