Uno se preguntará cómo es que traigo a una música a hablar en un blog de sociología y politología, cosas aparentemente muy distantes. Pero la música siempre ha sido la voz de la comunidad, desde las letras de Megadeth contra el capitalismo a las protestas de Bob Dylan contra la guerra.
Sin embargo, a Amanda Palmer no la traigo para hablar de música (que es lo que va a hacer) sino para exponer una cosa más visceral e importante: el papel de la comunidad y la construcción de redes sociales. Y cómo todo ello puede construir nuevos modos de entender la vida incluso en cosas tan aparentemente serias y aburridas como la economía. Y, sin duda, porque esta es probablemente la puerta del futuro, no sólo para la música sino para infinidad de otros proyectos: la economía no como imposición, no como transacción fría, sino como interacción y participación en proyectos que nos importan e interesan.

Adolfo Suárez acaba de morir, y eso no es noticia para nadie tras el bombardeo de los medios de comunicación al respecto. Como tampoco lo es que ahora sale la derecha a ensalzarle como el gran faro, y la izquierda a criticarle por su vinculación con el
En principio, es probable que la respuesta a esta pregunta parezca obvia: un ser humano es una persona, nacida de otra persona, con 46 cromosomas en su ADN, etc. Ciertamente, esto es verdad, pero si echamos un vistazo a la historia y al futuro, veremos que esta definición no siempre estuvo tan clara, ni volverá a estarlo. Así, hace siglos, no se consideraba humanos/personas a la gente de color, que se creía que eran poco más que animales sin alma. Hoy, por fortuna, esa visión la consideramos errónea y limitada y la hemos modificado, porque deja fuera a una gran parte de la especie humana pero, ¿acaso las definiciones actuales cubren todo lo que corresponde?
Alguien ve una película que pase por Tokyo o viaja allí y lo que ve es una sociedad moderna, con rascacielos, ordenadores, gente calzando Nike, etc. Vemos su sistema político y vemos una democracia con elecciones regulares y un sistema económico capitalista con grandes empresas. Vemos su vida social y, aunque sea exótica en términos culturales, vemos paz y orden. Sin embargo, gran parte de la culpa de que veamos eso es que nuestros ojos ven lo que quieren ver, reconocen las estructuras y, por tanto, piensan que son como las nuestras, cuando en gran medida no es así. Bien podría decirse que Japón es una sociedad feudal del siglo XXI.
Basta ver cualquier película americana para ver cómo se les llena la boca hablando de los Padres Fundadores americanos: Washington, Lincoln, Madison… los grandes nombres a los que ellos deben su modo de vida. Sin embargo, por mucho que nosotros debemos mucho de nuestro modo de vida a los Padres Fundadores de la Unión, pocos conocen sus nombres. Así que es hora de echarles un breve vistazo, aprovechando que se acercan las elecciones europeas.
Un amigo me pidió que, a la vista de que esto es un conflicto actual, abordase el tema en el blog. Así pues, vamos allá. Si echamos un vistazo a la pirámide poblacional de cualquier país del primer mundo, y España entre ellos, veremos que tenemos una población por un lado envejecida y, por otro, cada vez menor. La gente, ante las dificultades económicas y la complicación a la hora de compatibilizar la labor de ser padres con las carreras profesionales, cada vez opta más por tener pocos hijos, de modo que no se alcanza la tasa de reproducción (dos hijos por pareja). El resultado, sin sorpresa, es que el primer mundo envejece y pierde población a toda velocidad, lo cual supone un problema importante para el buen funcionamiento de sus sociedades y economías. Pero no sólo el primer mundo lo hace, sino que gran parte de los países en vías de desarrollo (como China, o Rusia) también han avanzado bastante en este proceso, comunmente llamado la transición demográfica.
Julio Cesar, uno de los destructores de la democracia plutarca que era la República Romana sube la escalinata camino del Senado y es acuchillado decenas de veces por sus compañeros, incluyendo a su propio segundo, su hijo Bruto. Algo más de dos mil años después, Enrico Letta, Primer Ministro no electo de la democracia representativa donde importa demasiado el dinero que es la República Italiana, es destrozado con las puñaladas figuradas de su segundo, Matteo Renzi. ¿Alguien ve algún elemento en común?
Las culturas de las diferentes partes del planeta están en permanente cambio a lo largo de la historia, a diferentes ritmos según las circunstancias específicas de cada una de ellas. Desde el ascenso de la globalización, estos patrones de cambio se han ido acelerando en gran parte del globo. Esto es en parte debido a que el cambio tecnológico ha ido ganando velocidad también, y con ello impone modificaciones en la sociedad a medida que los nuevos productos tecnológicos se establecen y expanden entre los ciudadanos, ofreciendo nuevas opciones, acciones y riesgos y, con ello, cambiando su forma de ver el mundo.
Es 1775, y el descontento se puede sentir en las trece colonias que el Imperio Británico tiene en norteamérica. Quieren representación en el Parlamento Británico, o sino se niegan a pagar los impuestos: el lema es “no taxes without representation”. Los británicos intentan comprar a los colonos por medio de té muy barato pero con impuestos, y nos encontramos de pronto con el Motín del Té que da comienzo a la Guerra de Independencia.
En su momento ya charlamos de la situación en
La frase que da título a este post es de Wilfredo Pareto, uno de los grandes teóricos de las élites que ha habido en sociología. Y refleja la imagen habitual del proceso de cambio social que ha imperado durante gran parte de la historia: un grupo con el poder debe defenderse contra los grupos de advenedizos que se lo quieren quitar. Es el caso de la burguesía sustituyendo a la nobleza como el centro del poder a partir del Renacimiento, por ejemplo. Sin embargo, ¿sigue siendo válida en el siglo XXI?
El Emperador se sube a su caravana fastuosa, la gente dispara los fuegos artificiales y la comitiva se pone en marcha con gran pompa y circunstancia. La gente aclama a su paso, le vitorea, le anima. Hasta que, entre toda la gente, un niño dice “¡el Emperador va desnudo!”.