Si nos sentamos ante la Historia, se pueden contar muchas narraciones que le den sentido. Se puede hablar de la trayectoria del avance de la tecnología, del paso de la producción manual a la industrial, del desarrollo de la cultura o la perfección de las artes, del paso de unos modelos políticos a otros, etc. Hay muchas historias dentro de la Historia, pero creo que la más importante es la que nos lleva del paso de muchos pequeños y dispersos a uno grande y común. Y esa historia de la unidad de la especie humana es la historia de la globalización.
Pero empecemos por el principio. Faltan muchos siglos para el invento de la historia, la humanidad existe únicamente en África y, a raíz de los distintos procesos demográficos y de conflicto del momento, comienza a diseminarse por el continente y fuera de este. Pero no existen medios de comunicación y las distancias entre los distintos grupos nómadas son cada vez mayores, de modo que lentamente van comenzando caminos separados, evolucionando cada uno en relación con un entorno diferente y rompiendo el contacto con los demás colectivos. Es el momento de máxima diferenciación humana, con sociedades completamente desconectadas entre si, de grupos pequeños y divididos.



La historia de las relaciones internacionales es una historia que empieza antiguo, tan temprano como los primeros imperios porque, tan pronto hubo un “nosotros” nació un “ellos” y, al hacerlo, la necesidad de dialogar con esa otra parte. Al principio, los gobiernos hacían poco en relaciones internacionales, normalmente se limitaban a declarar guerras, favorecer el comercio que pudiese surgir, o enviar emisarios ocasionales. La Hélade, la alianza de las ciudades-estado de la Grecia antigua, fue la primera gran alianza y, con ella, nacieron muchas otras formas diplomáticas como podían ser los juegos olímpicos.
He de reconocer que este es un post menos sociológico de lo que debería, sino casi más poético o algo así. Pero no doy más vueltas, la idea me surgió leyendo la saga de novelas Marte Rojo, Verde y Azul, de Kim Stanley Robinson. En un momento dado, entre sus elucubraciones de genética y terraformación, plantea la idea de que la sociedad se perpetúa de un modo genético, pero no lo desarrolla más allá de esa idea. Y es una idea que, científicamente, me repulsa, porque la sociología hace mucho que se ha ido separando de los sociobiologicismos propios del siglo XVIII, demostrando que la sociedad no se comporta como un ser vivo. Pero, por un post, vamos a jugar con esa idea.
Te levantas a las siete de la mañana, desayunas y te preparas para estar listo para trabajar una hora más tarde. A las dos se termina la primera mitad del día laboral y tienes una hora para comer antes de regresar para la parte de la tarde. Terminas, agotado, a las cinco, momento en que regresas a casa y te pones algo más cómodo para salir a hacer una hora de jogging. Regresas a casa para charlar con tu pareja algo antes de las siete, pasáis un rato juntos y luego os preparáis para salir a tomar algo y aprovechar que es viernes. Cena en un restaurante a las diez, terminada sobre las once y media, momento de ir a tomar unas copas con los amigos. De vuelta a casa sobre las dos, que ha sido un día largo y toca reponerse. Puede no ser tu vida pero, ¿a que suena familiar?
Este libro, del ilustre Ortega y Gasset tiene una virtud: es corto. Si, se que no es decir mucho bueno del libro, pero lo cierto es que he de reconocer que Ortega me ha defraudado. Es lo primero suyo que leo, quizás no sea lo mejor, pero para mi gusto pasa demasiado tiempo filosofando sobre cosas que realmente no importa y sólo muy ocasionalmente regresa a los temas interesantes que plantea (que existen, no digo lo contrario).
Escrito por Santiago Carrillo, este libro es un trozo de la historia española recogida en 260 páginas. Compuesto por 15 biografías de las personas que Carrillo considera clave en la 2ª República, la Guerra Civil y la Transición, nos da una panorámica de casi un siglo de cambios y conflictos que han configurado el presente del país, a través del análisis de sus protagonistas, a muchos de los cuales Carrillo conoció personalmente. Obviamente, y él mismo lo reconoce, la objetividad total es imposible cuando se está tan involucrado en los hechos, pero si creo que ha logrado mediante la reflexión y el tiempo obtener un punto de vista suficientemente neutral como para conseguir quince retratos muy interesantes. Veámoslos brevísimamente, con unas pinceladas para cada uno:
Alguien ve una película que pase por Tokyo o viaja allí y lo que ve es una sociedad moderna, con rascacielos, ordenadores, gente calzando Nike, etc. Vemos su sistema político y vemos una democracia con elecciones regulares y un sistema económico capitalista con grandes empresas. Vemos su vida social y, aunque sea exótica en términos culturales, vemos paz y orden. Sin embargo, gran parte de la culpa de que veamos eso es que nuestros ojos ven lo que quieren ver, reconocen las estructuras y, por tanto, piensan que son como las nuestras, cuando en gran medida no es así. Bien podría decirse que Japón es una sociedad feudal del siglo XXI.
Basta ver cualquier película americana para ver cómo se les llena la boca hablando de los Padres Fundadores americanos: Washington, Lincoln, Madison… los grandes nombres a los que ellos deben su modo de vida. Sin embargo, por mucho que nosotros debemos mucho de nuestro modo de vida a los Padres Fundadores de la Unión, pocos conocen sus nombres. Así que es hora de echarles un breve vistazo, aprovechando que se acercan las elecciones europeas.
Julio Cesar, uno de los destructores de la democracia plutarca que era la República Romana sube la escalinata camino del Senado y es acuchillado decenas de veces por sus compañeros, incluyendo a su propio segundo, su hijo Bruto. Algo más de dos mil años después, Enrico Letta, Primer Ministro no electo de la democracia representativa donde importa demasiado el dinero que es la República Italiana, es destrozado con las puñaladas figuradas de su segundo, Matteo Renzi. ¿Alguien ve algún elemento en común?
El tema de las clases sociales y la desigualdad dentro de la sociedad es uno de los temas clásicos de las ciencias sociales y la sociología, y uno que ha evolucionado mucho con el tiempo. Así que vamos a echarle un vistazo, empezando el argumento en la Edad Media. Como sabemos, en el siglo X existían básicamente tres clases sociales o estamentos: el clero, la nobleza, y el campesinado. Si avanzamos los siglos, a finales de la Edad Media comienza a establecerse la cuarta clase, fruto del crecimiento en importancia de las ciudades como núcleos de comercio: llegaba la era de la burguesía.
Seguro que, a estas alturas, ya todos estáis aburridos por mis posts sobre el poder, las relaciones internacionales, o la construcción de percepciones. Pero la sociología realmente se encuentra en cualquier sitio, y en este caso voy a compartir con vosotros un vídeo que, aunque tiene tiempo, sigue siendo genial. En concreto, es el último capítulo de la segunda temporada de
Es 1775, y el descontento se puede sentir en las trece colonias que el Imperio Británico tiene en norteamérica. Quieren representación en el Parlamento Británico, o sino se niegan a pagar los impuestos: el lema es “no taxes without representation”. Los británicos intentan comprar a los colonos por medio de té muy barato pero con impuestos, y nos encontramos de pronto con el Motín del Té que da comienzo a la Guerra de Independencia.
A menudo, es habitual escuchar a alguien llamar a otro fascista cuando el otro le impone su decisión, o usos similares del término porque la sociedad normalmente considera uno sinónimo del otro. Sin embargo, desde la perspectiva sociológica y politológica, y teniendo en cuenta que es un debate abierto de momento, ambos términos son distintos y describen distintos modelos políticos. Autoritarismos ha habido mucho, desde el régimen de Franco al actual de Corea del Norte; en cambio, fascismos sólo ha habido uno en la historia, la Alemania de Hitler. Así que vayamos viendo cómo se construyen ambos sistemas en sus diferencias, para ilustrar cómo uno y otro parecen muy similares, pero al final resultan no serlo.